Desde mi Buhardilla Mesonzoica
Buscando...
sábado, 2 de septiembre de 2017

TODOS A LA CÁRCEL


TODOS A LA CÁRCEL

Como aquella película de Berlanga: "Todos a la cárcel".

Penitenciaría moderna.
Hay quien no para de amenazar: «A 'estos' les metía yo son cien años de cárcel, para que se enteraran…» y es que llevamos una temporada de “presuntos” delincuentes de guante blanco, prevaricadores, petardistas, granujas, tahúres de tres al cuarto, y demás salteadores de caminos de la fauna ibérica, que no les quiero decir, con esto de la crisis se está destapando cada tomate, que no sabemos hasta donde vamos a llegar.

¿Qué me mete en el bolsillo...?
Nunca nos hemos parado a recapacitar: ¿merecen estos pícaros la cárcel de nuestra época…? Antiguamente era más que sórdida, pero hoy, afortunadamente, ni mucho menos, incluso hay quien asegura que allí se vive mejor que en cualquier otro lugar.
El otro día leía la noticia de un individuo, que recién cumplida su condena de 15 años salió de prisión, anduvo un par de días por ahí y al tercero se presentó de nuevo en la penitenciaría pidiendo a los guardias que lo encerraran de nuevo, pues desde que salió sólo le habían ocurrido calamidades y donde más a gusto se encontraba era recluido en el penal. —«Al menos aquí se come caliente y yo llevo dos días con la soñada libertad, pero comiendo peor que un perro vagabundo…, y no tengo ni donde dormir la siesta, como no sea aterido en un banco del parque…»— aseguraba el desencantado ex-recluso.
¿Dónde se está mejor?, aseveran algunos, ¿en prisión o en el trabajo…? Porque en realidad ¡hay cada trabajo…! que sin dudarlo es peor que la cárcel.

Trabajo aleatorio.
Pensemos pues, con frialdad y reflexionemos.
En una de estas modernas cárceles es mayor la celda que el despacho de un probo contable, incluido el ordenador. Te alimentan gratis y fuera de ella hay que pagar. Si eres buen zagal y te portas como un señor, te obsequian con tiempo libre para realizar cualquier deporte u otra actividad o afición; en cambio en tu oficina si eres cumplidor y cumples con tu obligación dice el ladino del jefe: —«Este es muy eficaz, hay que aumentarle la faena para que no se aburra»—


En prisión los guardias te liberan del problema de las llaves y te abren y te cierran la puerta cada vez, como a un caballero; en cambio en la calle, tienes que andar siempre preocupado por el llavero para que no se te olvide o lo pierdas, lo cual te ocasiona un grave inconveniente, teniendo en cuenta que antaño podías recurrir al sereno de turno: —«¡Serenooooo…!»— gritabas mientras hacías palmas y cuando llegaba le pedías que te abriera y no desconfiaba, pero en la actualidad si no llevas llave y encima se acabó la batería del móvil, ya andas listo para penetrar en tu domicilio, ni nos conocemos los vecinos, ni las cabinas de telefónica funcionan, y aunque funcionasen, de todas formas, desde que se han impuesto los teléfonos celulares, llamados popularmente “móvil”, ya no memorizamos los números. (Por cierto lo de “móvil” ¿será porque vibra o porque lo llevamos siempre ‘pallá y pacá’ en la faltriquera…?)
 Pero sigamos con los prisioneros: Hasta la TV, la radio o los videojuegos siempre los tienes a disposición en la prisión, sin embargo, en el trabajo y en la oficina, mucho cuidado con que te pille el ogro del jefe jugando al pinboll o al Juego de Tronos en el ordenador o chateando con las nenas de turno, porque te puedes encontrar en la calle y sin más derechos.

Celda moderna de penitenciaría alemana.
Fíjate que hasta en prisión tienes permitido visitas de los familiares y amigos. Pues bien, como algún amigote del bar de la esquina se le ocurra ir a buscarte para echar un vinito, ya verás la que te lía el jefe.

Sala ordenadores en prisión

Luego en el presidio los gastos corren a cargo de los contribuyentes y por el contrario los del trabajo te los descuentan a ti del salario —impuestos, etc.— que luego revierten para pagar los gastos generales del Estado, entre los que se encuentran las penitenciarias.
En la prisión tienes esperanzas de salir algún día, y en el trabajo no sabemos si llegará el día de la liberación. ¡Vaya paradoja! 
Ante todos estos argumentos ¿Qué será lo mejor…? La verdad es que yo personalmente, pese a todo lo dicho,  prefiero estar fuera de la cárcel.
Ya lo cantaba el gran poeta Miguel Hernández: «Libertad, que hermosa palabra para el preso». Y él tenía conocimiento de causa. Aunque bien es cierto, como decíamos al principio, que aquellas prisiones, felizmente, no son las de ahora.





Compartir en :
 
Back to top!