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viernes, 4 de mayo de 2018

CASINO DE CEHEGIN -UNA VIEJA HISTORIA-

HISTORIETAS Y FACUNDIAS DEL CASINO DE CEHEGIN


El Casino de Cehegín se fundó en el año 1860, cuando en el aire de Europa reinaba el Romanticismo con una nueva concepción de la vida y del arte, la exaltación onírica de los jóvenes escritores, la música arrebatadora de Brahms soñando con amores imposibles, cuando por los teatros europeos resonaba triunfante el Brindis de la Traviata con música de Giuseppe Verdi cantando el amor de Alfred Germont hacia la cortesana Violetta, influenciado por Dumas y su Dama de las Camelias. La portada del casino está ornamentada con sendos escudos confeccionados en 1651 por el maestro cantero de Caravaca Francisco García Hidalgo, por encargo del propietario Sr. Fco. Carreño Melgarejo, modelo de las casas principales de nuestra ciudad.
Los suelos tono esmeralda del casino ceheginero armonizan con el decadente patio andaluz revestido de resplandecientes azulejos de Manises. Parecen sacados de una casa de Sevilla aunque se eche en falta un limonero y un aljibe. Y… ¡¡todos los salones con la profundidad de sus monumentales espejos‼, es como si visitásemos la calle del Gato en Madrid, aunque sin deformación grotesca, pero sí biselados y con barrocos marcos bañados con pan de oro. Sin embargo estos espejos ya no glorifican dentro de ellos los fastuosos escotes de baile en aquellas noches de vals del siglo XIX, cuando el frufruteo de los refajos flotaba sobre los miriñaques mezclados con el bálsamo de algunos perfumes melifluos, mientras las descocadas lunas de cristal centelleaban al compás de una música palpitante y alegre, como el latir de un corazón enamorado.


El casino de Cehegín también posee sus salones enigmáticos, en la última restauración de la sociedad, al picotear una pared, le caló el pico al alarife y ¡sorpresa…!: afloró a la luz el aposento del misterio, un sala oculta donde quién sabe qué encuentros furtivos se producirían allí. ¿Amores prohibidos…? ¿Reuniones políticas..? ¿Juegos vetados…?  Además a la entidad, dentro de su espíritu rocambolesco, le caracteriza otra tapadera: una salida secreta siempre dispuesta para liberar posibles ocultaciones.


El ateneo también gozaba de excelentes muebles, como si fuese un marchito balneario del Romanticismo, las singulares butacas de mimbre simbolizaban un tiempo ya efímero, donde seguramente se aposentarían escritores como García Porcel o el pintor miniaturista Pareja. Aquellos sillones entronizados en la acera de la calle Mayor, antagonistas de sus primos hermanos de la vecina sociedad ‘La Peña’. En los veranos silentes donde sólo se escuchaba el gorjeo estridente de los ‘aviones’ y las oscuras golondrinas en su libérrima algazara, los socios solían consumir el café en las estrechas aceras prolongando las tediosas tardes del estío, en las tazas, ya vacías, vertía el camarero chorritos de coñac de vez en cuando, los viandantes saludaban a los señoritos: “Buenas tardes don fulano… qué tal…-" el cual replicaba con cierto artificio: -“Ya ve usted… aquí ‘cafeteando’…”-
 Empero, el gran mueble de la sociedad era un añoso piano Pleyel hasta hace poco, como aquella romántica arpa callada que soñó Bécquer en el ángulo oscuro, silencioso y cubierto de polvo, tal vez olvidada de quien era su dueño y que sin duda le hubiese gustado a Chopin, en el caso de que el genial compositor hubiese visitado el casino de Cehegín. Teclado amarillo, como una octogenaria dentadura impregnada de sarro, unos dientes de antigua sonrisa. ¡Y cuántos ingrávidos valses del ciego Medina! O sentimentales ‘Recuerdos Floridos’. 
En la Navidad de 2016 el Casino de Cehegín asiste a una importante e irrepetible cita con la historia. Después de más de medio siglo en el olvido, el antiguo piano Pleyel del Casino de Cehegín vuelve a sonar, y lo hace a lo grande: con una conferencia ofrecida por el musicólogo Víctor Javier Martínez López, doctor en Historia del Arte, y restaurador del piano, junto a la intervención paralela del pianista Antonio Agustín González Hidalgo, profesor del Conservatorio de Música de Murcia y el tenor Juan Ibernón Durán, el Casino se vistió de gala para presentar este singular piano; el Salón de Baile, lleno a rebosar, vibró con las notas salidas de este añejo instrumento recién restaurado y el ambiente musical en el que fue concebido fue de nuevo realidad.
Con esta presentación se abrió un ciclo de conciertos y actividades para conmemorar la vuelta a la actividad de uno de los principales iconos que tiene la centenaria institución cultural ceheginera. El piano Pleyel de finales del siglo XIX volvió a ser el protagonista de estos eventos, que se extenderán durante los dos primeros meses del año 2017.

El casino, como tantas otras casonas ceheginenses no necesita decorar sus paredes con cuadros de paisajes, porque puede presumir de ventanales con terrazas para admirar la magnífica panorámica de las “Caballerías”. Asomados a su voladizo mirador, diferenciamos, allá abajo, las casas techadas con tejas de cañón, elaboradas con barro valentinense y en lontananza el ubérrimo verdor de la vega del Argos, y el santuario de la Virgen de la Peña aposentado en su antañón otero de Canara.



El Casino de Cehegín fue un pintoresco consorcio muy peculiar. A la hora del café de sobremesa se formaba la tertulia donde se planteaba un variopinto abanico de temas que se discutían con extraordinaria pasión, tanto de lo divino como lo humano. Aunque a veces escaseara la cultura selecta, los tertulianos se atrevían con cualquier tema, daba igual filosófico, económico, agrícola, o político... y alguna veces terminaba en divertidas algazaras.
El alcalde y demás políticos, maestros de escuela, médicos, autoridades y caballeros de la nobleza local, y demás estamentos participaban activamente y allí se gestó la representación del Tenorio Tocólogo. Deseosos de cambiar un poco aquellos aletargados días donde nada reseñable ocurría, un grupo de jóvenes encabezados por Miguel Más, junto a Tomás ‘el Bello’, Rosendico ‘el Carpintero’, Antoñico González ‘Bizcochito’, Frasquito ‘el Toneja’, Antonio ‘Motolite’, y algunos más… Se adjudicaron los papeles principales, pero ¡ay!, vaya problema… ¿Quién representaría los papeles femeninos…? 


Ninguna señorita bien nacida del pueblo quiso hacer de Doña Inés y demás damas de la obra… A grandes males, grandes remedios y Miguel Más sugirió: ¿por qué no contratar algunas cómicas de Murcia para que interpreten los roles femeninos…? el escándalo estaba servido… “no es verdad ángel de amor que en esta apartada orilla va a romperme una costilla frasquito el afilaor”….. Y aquí se engendró "El Tenorio Tocólogo".

Reunión de aficionados taurinos para los festivales.
Cristóbal Sánchez de Amoraga junto a Luis Musso, Antonio ‘el Coletero’, Lorenzo ‘el de la Farmacia’, entablaban placenteras charlas sobre el arte de Cúchares. Los famosos festivales taurinos en el coso ceheginero, pro-hospital de la Real Piedad, y otras corridas de los grandes lidiadores de aquella época: Arruza, Ortega, Belmonte, Parrita, Manolete, Luis Miguel, El Gallo…. O Poco a poco, otros contertulios se iban  incorporando: Pepe Arévalo “Ale”, Juan Espín ‘el Pollo’ y el inefable Juan Cava, Pedro Semitiel, Miguel Álvarez (el otro coletero), Alfonso ‘el Góngoro’, el maestro Eloy, Antonio ‘Motolite’, Pepito ‘Orosio’ , Alfonso ‘Peneque’ y un fijo de los cenáculos, el venerable socio de representativa retórica decimonónica: José Fernández Cuadrado (don Pepe el Herrador), hombre de exquisita educación y al que le gustaba mostrar sus opiniones con frases rebuscadas pero de profundo significado filosófico.
Viejos socios de tertulia junto a sendos cafés.

Charlaban una tarde sobre los cazadores furtivos, sus astucias, trampas y demás procedimientos engañosos. Y se produjo el esperado debate, quienes defendían a ultranza el deporte de la caza, y otros que atacaban con energía el entendido maltrato a los animales, don José, para remate de la discusión, escopeteó al aire la siguiente frase: “La invasión de la campiña por parte de cazadores amateur es pernicioso para el noble arte cinegético” y con esto finalizó la discusión. Igualmente se cuenta la plática que le encasquetó a un leñador que regresaba del monte con la correspondiente carga de leña a las costillas de su sufrido rucio, con estas palabras: —“Hombre rústico y mal trajeado,… cuánto pides por esa carga de palitroques incendibles que transportas sobre la cúspide de ese cuadrúpedo…
Pepe ‘el Periñán’, con fama de guasón y conserje de la Peña, sociedad que se ubicaba frente al Casino, como dijimos antes, y por la exigua asistencia de los socios, a menudo charlaba por ‘las peceras’ con afiliados del Casino.  El médico Gregorio Mayor de Lorenzo, quiso encontrar en él materia propicia para bufonear, y le espoleó: "A ver, José, ¿Sabe usted que significa el número Pi?"; - resuelto y socarrón, Periñán le contestó: “Claro, don Gregorio, Eso es el gancho de colgar las ‘granás’.    
El diario ‘ABC’ o el diario ‘Pueblo’, contrastaban habitualmente los comentarios. Se planteaba la posible instauración de la Monarquía encabezada por ‘Don Juan Tres Palos’, (Es obvio que se referían a pretendiente don Juan de Borbón), y la perseverante insistencia de Pemán hacia la restauración, y otros opinaban que la última palabra la tenía Franco, que más que monárquico, era conservador, pero del sillón; se pontificaba sobre el científico Von Braun y sus cohetes supersónicos; se vaticinaba la próxima llegada a la luna, de lo que disentía Juan Cava: —“Es un engaño, creo que se plantea si aterrizar en Almaciles o en los Barrancos de Albudeite,  y luego dirán que es la Luna…” — Otra tarde se hablaba de Einstein, y de su Teoría de la Relatividad, con la que Cava no estaba de acuerdo: —“Que aprenda primero a dividir”—ratificaba.  Cuando alguien dudaba de su erudición, él sentenciaba; —“Yo sé más que el que más sepa…”— de ahí la conocida frase ceheginera: “Sabes más que Juan Cava.” Otra controversia se refería a los idiomas: “El catalán es un dialecto..." – sentenciaba alguien y el otro le contrariaba- “Nada de eso, es un idioma….” El debate estaba servido. Era el momento de recurrir a la Enciclopedia Espasa y se podía contemplar un cómico desfile de socios escalones arriba, como niños traviesos, a desvelar en la biblioteca el controvertido tema con la infalibilidad de aquellos libros. En una ocasión se discutía sobre la célebre rima de Bécquer:  “Volverán las oscuras golondrinas… “  y el otro verso de la siguiente cuarteta: “…Volverán las tupidas madreselvas…” – y un socio objetó al rapsoda: …”¡para, para,…!, no se dice “tupidas” si no “túpidas”- y surgió la disputa, que, claro, la resolvió la respetada Espasa. Se hablaba de música: “Los intervalos de tercera son…” – inmediatamente refutaba alguien:  “No se dice intervalo, si no intérvalo”… Otra disputa dialéctica se generó cuando un socio pidió al conserje un vaso de agua: “Es que debo tomar una cápsula carminativa…”, - el vecino de butaca opinó que era contra el dolor de muelas…, ante lo cual el otro aclaró que servía para ahogar las ventosidades…, ¡que muchos socios a menudo sufrían!
Don Pepe Clemente, uno de los tertulianos de las peceras del casino y gran trasnochador, aseguraban que jamás vio amanecer, se acostaba a las 4 o 5 de la madrugada y no se levantaba antes de la una del mediodía…  Don Isidrín, otro gran noctámbulo e incansable conversador, como se recogía muy tarde del casino, en una noche de aquellas, se cruzó con un fantasma que subía tapado con una sábana, el bonachón de don Isidro le saludó gentil: “Buenas noches…—, y el ‘aparecido’ le respondió-: Buenas noches don Isidro, ya va usted a descansar…”- y cada cual siguió su camino. Otra madrugada acompañó a otro socio trasnochador, caminaban unos pasos y una parada conversando sobre la problemática de los albaricoques hasta llegar a la vivienda del acompañante cuando alboreaba, “Pase usted don Isidro…,-le dijo-  …hacemos café y seguimos la conversación”… y así lo hicieron se sirvieron sendas infusiones y continuaron el tema hasta que amaneció. Así de tranquila y placentera era la vida de algunas personas en aquellos tiempos.

Banquete taurino -Festival pro-asilo-

A las nuevas generaciones no les interesa, al menos por ahora, aquellos casinos tal como se obstinan en continuar siendo, pero es que si cambiasen dejarían de ser casinos. En la helada biblioteca, solitaria y polvorienta, como en el vecino patio de los duques de Ahumada… ¡Mutismo…! Polvorientas revistas encuadernadas: el semanario taurino ‘El Ruedo’ o la ‘Ilustración Española y Americana’, junto al prestigio del ‘Espasa’ incompleto ya y la patrimonial ‘Enciclopedia Taurina de Cossío’, frenados en un número impar, además de los “Episodios Nacionales” galdosianos y otros clásicos españoles de la lectura, carcomidos por el comején y los días, y algunos tomos desorejados por la desidia.
LOS PASODOBLES : “...Cuando pasaban junto al Casino, la banda del pueblo compuesta por seis instrumentos de cobre, soplados por otros tantos fuelles humanos, se entusiasmó y suspendiendo bruscamente el airecillo “Barba Azul” que ejecutaban, dio comienzo al “degüello” de la Marcha Real, cuyas notas salieron chorreando sangre para ir a rasguñar las orejas de los fieles.... Al oír tan soberbia música, Don Juan Amarillo pensó ilusionado que tocaban en honor de él y no de El Salvador, su mente ofuscada asistía a su propia apoteosis, oía como un Ave Cesar Imperator que por las bocas de los roncos trombones juntamente con el cardenillo, salían...........”

Banda Juvenil de Cehegín, interpreta pasodobles.

Esta descripción podría referirse a la Semana Santa de Cehegín de 1876, sin embargo su trascripción corresponde a la novela “Gloria” del ilustre Pérez Galdós, aunque, ¿No sería plausible que el autor de los Episodios Nacionales conociese algo de nuestro pueblo y se inspirase en él para dicha novela...? ¿Por qué los pasodobles en Semana Santa y no otros “cantares” más solemnes, tambores como en nuestros pueblos vecinos...? Todos sabemos que las distintas casas señoriales, a través de los años, han ejercido el mecenazgo de las cofradías semana-santeras, aportando dádivas, imágenes y túnicas. Seguramente, de ahí también las rivalidades musicales en la puerta del Casino, centro de ocio de los caballeros locales. Al regreso de la procesión, cada “coro”, -así se le denominaba al grupo musical de cada “paso”-, representaría a su señorío, luego el pueblo emitiría con sus aplausos el veredicto a la mejor ejecución. Uno de sus últimos quejidos es esta tradición, que nos llega probablemente desde el siglo XVII: las bandas de música de Semana Santa se dan cita el viernes Santo al medio día en la puerta de la Sociedad para tocar exclusivamente pasodobles.


EL BILLAR Y OTROS JUEGOS:           
 En el juego del billar se practicaba diversas modalidades..., una de ella era ‘carambola cantada’, —donde el jugador anuncia las bandas que debe tocar la bola—. Uno de los jugadores cantó: “Cuatro bandas…” y tiró… En ese instante penetró en la sala un socio que, sorprendido por la vueltas que daba la bola, alrededor de la mesa y con la precisión de la carambola, manifestó en voz alta: “Vaya churro que le ha salido don Luis…”- éste le replicó sumamente enojado: -“…y tú ¿qué pijo sabes…?”-  Algunos ‘casineros’ de la época recordarán así mismo, cierto truco para poner nervioso al contrario; al ir a jugar la carambola se le espetaba: “¡Me la fumo…!”.  Aquella exclamación significaba poner en entredicho el acierto del jugador, quien se alteraba y fallaba. A diario se practicaba otra modalidad de billar, el Plato, se trataba de realizar carambola alrededor de un pequeño platito metálico situado en centro de la mesa. Cuando alguna bola tocaba al plato debía depositar una peseta en el mismo. Llegaba el momento en que se llenaba de monedas, y el que lograra completar las carambolas estipuladas ganaba todo el dinero. Los jóvenes bulliciosos, no pensaban nada bueno —como toda la vida— en una ocasión, se apagó la luz y cuando se encendió de nuevo habían desaparecido todas las monedas. Lo que si hubo al día siguiente fue una estupenda merienda. Hoy los tacos de billar duermen huérfanos en un trastero polvoriento, sin zapatillas, descolmillado su suave tacto, añorando aquellas partidas de plato y de los palitos de las “41” cuando jóvenes billaristas ocupaban sus tediosas tardes invernales. La mesa de billar en paradero desconocido, hizo su último viaje a la añosa bodega donde las ratas hicieron su hogar.

Jugando al billar francés o de carambolas

Ya no se oye la voz del viejo Paco Valero, “el Chico del Billar”, (aunque de chico no tenía nada), recitando sus jocosos ripios del hambre: “No hay nada que hacer, / Ni se juega al billar, ni se toma café… / ¿Qué hacer para mitigar tanta desdicha…? / Nada mejor que echarse a dormir, /  y en sueños poder disfrutar / de gambas, cigalas…y todo lo que da la mar… / mágicamente, quisiera yo ver a la gente/ gastarse la paga de un mes… / sin nada que hacer /  ¡mucho disfrutar, mucho comer! / Morros de ternera…, morros de mujer…” Otras cantinelas que recitaba en aquellas tardes melancólicas el facundo Valero: “Bizcochos venir, bizcochos llegar, /cuando venda los albaricoques, ¡qué gran panzada me voy pegar!... y si vendo bien caro el panizo, y si vendo bien caro el panizo…, una gabardina…, una gabardina yo me he de comprar…”  Luego le cantaba a la gastronomía local con estas coplas con la melodía de ‘Muñequita linda’: “Olla de verano, olla de verano, olla de verano, yo voy a comer,…. Lleva calabaza, lleva chiribia, lleva un poco de apio, tocino y jamón…, lleva alubias verdes, lleva un  eeeeeeeespinazo,…. / Lleva seis patatas  y una miaja arrozoooz…” 
En otra ocasión Paco, que también gustaba de jugar al “Subastado” –una variedad de juego de envite-, perdió todo su resto y para disimular su flaqueza pecuniaria, mandó al botones a su domicilio con siguiente juego de palabras: - “Vete a mi casa y le dices a mi mujer que te de cinco peros blandos y cinco duros”. Y cuando regresó el zagal le dijo: “¡Tenga los cinco peros blandos, y dice su mujer que de los cinco duros, nada! Que los últimos que había los ha cogido usted del cuenco de la cornisa.”-

Socios jugando al dominó.

El Dominó fue uno de los juegos predominantes… Un jugador procedente de la Andalucía profunda que presumía de experto en este juego, cuando pasaba, solía exclamar secamente: “PAZO”, y los demás esperando estoicamente sin saber el significado de su exclamación, y claro era su acento que significaba “PASO”. EL Ciego Medina, subdelegado de la O.N.C.E. en Murcia, solía ganar al dominó casi siempre, fue campeón en el casino de la capital y era un espectáculo verlo jugar palpando los agujeritos las fichas y finalmente conocía las que les quedaban a los compañeros. Una modalidad, aparentemente desaparecida, era el “Dominó doble”, como su nombre indica incluía muchas más fichas y un aura de intelectualidad entre los jugadores.
El ajedrez fue en cierta época muy popular en el casino, igual que el ‘domino doble’ se le consideraba como un juego para mentes portentosas y algunas partidas ‘interesantes’ eran contempladas por numerosos socios.

Simultánea de ajedrez.

Una de aquéllas había despertado gran interés, la mesita rodeada de gente en silencio sepulcral y los jugadores hieráticos y pensativos con la cabeza apoyada en la sien y sin mover pieza durante cierto tiempo. De pronto uno de los ajedrecistas rompió el mutismo con un sonoro ronquido. Los espectadores soltaron al unísono una carcajada al observar que ambos jugadores estaban ‘dormitando’ tranquilamente. Otro jugador tenía fama de mantener una pieza apoyada en la sien en actitud pensativa durante cierto tiempo para finalmente colocarla y espetar “¡Jaque mate!”, el rival ya no recordaba desde donde movió la pieza. Un buen truco para ganar siempre en aquellas invariables tardes de ajedrez.
Otras facetas lúdicas como el Póker -tapado o destapado-, el citado Subastado, las Siete y media, el Julepe, o el Jiley, tan de moda en cierta época o la Ruleta, el Monte y el Bacarrá, donde aquí sí corrían las apuestas de envite. Recordaban nuestros progenitores la anécdota de un amigo suyo que tuvieron que buscarlo al casino sacándolo de una interesante partida de póker, porque era la hora de casarse y la novia aguardaba impaciente en la iglesia. Otra divertida historieta se refiere a un socio a quien desplumaron en el juego del Monte, cuando volvía a su casa a las 5 de la mañana, se encontró con un leñador que iba a los frondosos montes cehegineros a recolectar unos palitroques, se saludaron y el leñador dijo: -“Buenos días, voy pal monte…”- el jugador les contestó contrito: -“De allí vengo yo, y un hombre me ha dado un estacazo con un palo y se ha llevado todo mi dinero…” -, evidentemente se refería a juego “el Monte” y al “Rey de bastos”, la carta donde había apostado el resto del caudal y que había perdido.
EL AMBIGÚ:
Pedro Martínez y familia regentando la repostería.
Otra jerga muy particular en aquel centro de ocio era en la repostería: si solicitabas “un servicio”— Pedro ‘el Barman’—sabía que le pedían “café, copa, y puro…”, además del consiguiente vaso de agua, que en algunos casos se pedía con bicarbonato por aquello de ‘la rescoldera’; si tomabas un “carpintero”, se trataba de leche caliente con un licor de Kola —de ahí lo de ‘Carpintero’—, otra bebida que consumían los socios en tiempos de resfriados era “la Pastilla” evocando la terapia de una pastilla de okal o cafiaspirina —muy caliente, mitad leche mitad coñac—,  también se consumía a menudo el ‘Belmonte’ —. Otra bebida muy socorrida era “el Sol y Sombra”, también conocido como ‘Revuelto’.  Y “La Lecheanís” que ya dice la palabra de qué se trata. Con el machismo rampante se consumía el ‘Carajillo de Hombre’ que consistía en café y coñac al 50 %.

José García "el de la Portera" y Paco y Pedro Martínez en la repostería del casino.

Y numerosos licores, el vermut de garrafa con sifón y un par de aceitunas rellenas,… también se servía el ‘Champán de Pobre’ para los menos boyantes: una mezcla de vino con sifón. Y otros más desconocidos como el Charteau, Benedictine, Pipermint,  Lacrima Christi, Calisay, Cointreau, Kirsch…, Y el Marrasquino, del cual se solía cantar un cuplé: “La otra tarde en el casino me quisieron convidar a café con marrasquino y un poquito de coñac, a las cuatro la mañana, la campana golpes dio…, yo no sé cuánto bebimos, que hasta el champán se acabó…”

LOS FAMOSOS BAILES DEL CASINO
Muchas navidades después, fueron famosos en toda la comarca los animados bailes de nochevieja. Las jovencitas acudían ilusionadas con sus papás mientras los mozos las esperaban impacientes para poder acercarse a ellas, aunque fuese un momento. Quizás fuese la única manera de poder abrazar, sin prejuicios, aunque fuese de forma efímera, al ser idolatrado: -"¿Bailamos…?"- Con esta sencilla palabra se solía invitar a una señorita a danzar. Las muchachas en flor se iniciaban en el ceñimiento, pero aleccionadas por sus madres: -“Hija, cuando bailéis recógete los brazos y coloca tu codo sobre su pecho; así él quedará ‘frenado’…”-
La ropa de abrigo se amontonaba en la sala del billar, colgando no solo de las perchas, sino también la misma mesa, que se convertía en una auténtica montaña de ropajes.

Jesús el Pavo y sus muchachos.
La danza era amenizada por una orquesta familiar en tantos bailes: 'Jesús el Pavo y sus muchachos', clarinete, contrabajo, trompeta, saxo, violín, y un cantante esporádico, que nos deleitaba, con canciones, la Bamba, al Cinco, Seis, Seis, Siete… o algún vals, para cuando el ambiente se caldeaba, se animaban con un pasodoble o una polka, y ya cerca de la medianoche, boleros dulzones para bailar pegados, cuando los papás conversaban con los amigos en las peceras. De esa manera, al ritmo melancólico de Machín o Bonet de San Pedro, que interpretaba la orquestina se producía el tan esperado idilio. Pero atención, la orquesta anunciaba que preparasen las uvas, el viejo reloj del salón de los espejos estaba a punto de dar las doce y entonces los conserjes repartían los bolsitos con la doce uvas. Los serpentines volaban huidizos por todos lados mientras el confetti nevaba en color sobre los danzantes y una insinuante vorágine se adueñaba del viejo aposento.

Grupo 'Meridiano'

Además de los bailes a lo largo del año, otros ‘bailazos’ con extraordinario predicamento fueron los del Carnaval— Se recuerda una mazurca que cantaba Bartolo de Juan Luz, con mucha emoción: — “Niña hechicera de rostro agraciado, dime si has amado alguna vez, por caridad, porque yo tengo el alma afligida…. Ven, ven, ven adorada mujer, ven…, ven.., ven a bailar con frenesí, ven…, ven…, ven adorada del alma, que yo de pena voy a morir”.
“… Sal hermosa a tu ventana, sal hermosa a tu ventana por favor, esperando la mañana, a que venga el trovador— descúbrete máscara— pues no puede ser— descúbrete máscara que eres mi mujer— descúbrete máscara— no puede ser no— descúbrete máscara que lo mando yo— vámonos juntos del brazo tu eres bonita, tu eres leal, al jardín a pasear—  si se marchitan las flores, tu eres mi vida, tu eres mi amor — descúbrete máscara que lo mando yo."

Socios, simulando tocar en orquesta.

Después de la guerra civil hasta los años setenta, se sucedieron por el régimen de Franco, muchos avatares y prohibiciones tanto en el juego, las reuniones y respecto al carnaval, la gente se lo saltaba a la torera y la calle Mayor ceheginera era un hervidero de disfraces. Algunas veces la Guardia Civil no tenía más remedio que intervenir, y se montaba el espectáculo donde no era extraño que la enigmática salida de emergencia del casino se colapsara de máscaras en huida masificada. Pero la verdad es que todo era pura justificación de la autoridad ante posibles denuncias. Lo cierto es que el ingenio y la ironía se adueñaban de la calle Mayor. La autoridad para evitar ciertos contratiempos autorizó las máscaras en el Casino, siempre que antes de entrar mostraran su cara al conserje.

Pareja en baile de carnaval, reposan en uno de los divanes.

Hoy vivimos otros tiempos y en el salón de los espejos ya no se glorifican aquellos fastuosos bailes de nochevieja del siglo XIX, donde el bálsamo de algunos perfumes melifluos se apoderaba de la atmósfera palpitante mientras los insolentes cristales reflejaban delatoras miradas contenidas con la música vibrante, como el genuino espíritu de las danzas.
De aquellos fastos solo han quedado algunas reminiscencias como Sociedad Cultural-Recreativa y un Restaurante-Ambigú a la altura de los tiempos que corren, además de algunas actividades culturales (Cafés-Tertulia, Música, Poesía y Conferencias).

Café-Tertulia en el salón de los Espejos.

Y es que hay que ver la cantidad de anécdotas que emanaron de aquel viejo casino…………en las recoletas ‘peceras’ y en el encantador patio andaluz que solo le faltaba un aljibe y un limonero, para soñar con Sevilla…
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